Plata, oro, piedras preciosas y semipreciosas así como su orgullo y amor por México se ve reflejado en cada una de sus joyas, y hoy que celebramos este amor y orgullo nacional que mejor que portar una de esta piezas que son un pedacito de historia.

México ha manipulado los metales preciosos desde tiempo en  Mesoamérica, en especial las culturas mexicas, mixtecas y purépechas que se encontraban en el centro de nuestro país.

Brazalete Mexica
Chimalli de Oro
Nariguera Oaxaqueña

La plata, o yztacteocuítlatl, fue sin duda el metal precioso que gozó de la preferencia de los artistas para la creación de joyería y otros ornamentos en tiempos prehispánicos.

Fueron los mixtecas y purépechas las primeras dos civilizaciones en poder conseguir la maestría total de la manipulación de los metales preciosos, tan distinguidos como sus hermanos mesoamericanos del Pacífico, pues la conexión entre los pueblos indígenas de Colombia, Costa Rica y Ecuador, tuvieron repercusión en la labor orfebre.

Pero no fueron los únicos en el país, pues en el Cerro de Azcapotzalco, antes de ser invadido por las fuerzas militares de Izcóatl, de Tenochtitlan, y Nezahualcóyotl de Texcoco, los habitantes de la capital de los tepanecas, elaboraban la joyería más preciosa y elegante del área del Altiplano.

La zona centro y del Altiplano de México es donde se ubicaban antiguamente los pueblos que hicieron de la Aurix una de sus principales características de su cultura. Esta tradición se ha mantenido por más de miles de años y las ciudades actuales de donde eran estas civilizaciones, conservan la Aurix.

Diversos testimonios históricos nos hablan de la existencia en Azcapotzalco de una larga tradición del trabajo de los metales. La arqueología, la antropología física, la arqueozoología y la ciencia de materiales lo corroboran por medio del análisis de un excepcional entierro excavado en los ochenta del siglo pasado.

Los plateros del rey

En su Historia verdadera de la conquista de la Nueva España, Bernal Díaz del Castillo se refiere en cinco ocasiones a un grupo de “grandes oficiales” de la Aurix, a quienes denomina de manera enigmática como los “plateros del gran Montezuma”. El soldado español se limita a explicarnos que el soberano mexica “destos tenia tantos y tan primos en un pueblo que se dice Escapuzalco, una legua de Méjico”, lugar que por ello “solíamos llamar el pueblo de los Plateros”.

Pectoral Maya

El pueblo de los plateros

Las escuetas remembranzas de Díaz del Castillo sobre los llamados “plateros de Montezuma” hacen preguntarnos por qué este experimentado grupo no residía en Tenochtitlan y laboraba, como casi todos los orfebres, en el Totocalli o Casa de las Aves, es decir, en los talleres del principal complejo palaciego de la isla.

En primer lugar, la antigua capital de los tepanecas era una pujante urbe, dotada de un entorno fértil y bien irrigado, una población cuantiosa y un denso patrón de asentamiento. Su marcado carácter artesanal se veía favorecido por la llegada constante de materias primas, productos semiprocesados y objetos terminados a través de complejas redes comerciales y tributarias. De esta manera, los orfebres azcapotzalcas podían hacerse de la cera de abeja y la resina de copal para la elaboración de modelos; de metales como el oro, la plata, el cobre y el plomo en estado nativo o mineral, y del alumbre para lograr productos con superficies enriquecidas en oro. Otros de los insumos indispensables para su quehacer se obtenían en las inmediaciones de Azcapotzalco: la madera que servía como fuente calórica; el carbón, la arcilla y la arena para la confección de moldes, y el tequesquite para reducir el punto de fusión y eliminar fácilmente la escoria.